lunes, 17 de marzo de 2014

El Leviatán

El Leviatán es, sin duda, una de las más famosas (sino la más) obras escitas por el filósofo inglés, Thomas Hobbes. En este libro, Hobbes habla sobre la naturaleza humana y sobre el Estado.
Antes de la aparición del Estado, el ser humano vivía en el llamado “estado de naturaleza”. Varios filósofos disertan sobre la forma de vida en este antiguo estado, pero para Hobbes, el ser humano es “malo” por naturaleza; antes de la aparición del Estado, la vida de  los seres humanos era solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.
Para otros autores, como por ejemplo Jean- Jacques Rousseau, esto no era así. Para Rousseau, el ser humano era salvaje, pero bueno. Vivía en la ignorancia y la inocencia, y no experimentaba ningún tipo de maldad.
La cuestión que se plantea Hobbes en El Leviatán (nombre con el que se refiere al Estado, ya que este es como un “enorme monstruo lleno de poder”) es cómo pudieron los hombres, tan crueles y despreocupados como eran en el “estado de naturaleza”,  ponerse de acuerdo para instaurar un “contrato”, o una serie de leyes, que conformarían el Estado.
Hobbes plantea que,  al ser  tan brutales, es difícil que los seres humanos se pusiesen de acuerdo para ceder su libertad y acatar una serie de leyes, con el fin de construir una sociedad, ya que cuando se hace un contrato, ambas partes han de ceder algo. El ser humano es egoísta por naturaleza, nos explica Hobbes, por eso es difícil que ceda su libertad a cambio de normas.

En todo caso, se plantea que el ser humano rompería estar normas fácilmente. Así pues, debe existir una persona o conjunto de ellas que se encarguen de sancionar a aquel que no cumpla las leyes. Así, los hombres deben ceder su libertad en beneficio de la cooperación, y con la condición de que todos los individuos hagan lo mismo. Si no, serán castigados por un hombre o conjunto de ellos, y todo por alcanzar la Paz, ya que el sin Estado, el ser humano viviría en una continua guerra, tal es su naturaleza.
"Sin la espada, los pactos son sólo palabras"

Llevando todo lo dicho a un terreno algo más personal, estoy totalmente de acuerdo con la visión (llamada pesimista) de Hobbes. No lo creí siempre, puesto que antes era mucho más optimista y creía en la inocente visión de Rousseau de los hombres, pero el tiempo ha llevado al desencanto por esta sociedad en la que hoy vivimos, y ahora creo sinceramente que el ser humano es malo y cruel por naturaleza. Si nos volvemos buenos (los que lo hacen) es debido a una sociedad que nos educa dentro de ciertos valores morales y ciertas normas.
Aún así, hay quienes no son educados en este ámbito, y muestran la verdadera naturaleza destructiva del ser humano, como bien pueden ser todos los asesinos o psicópatas que andan sueltos por ahí. Incluso las personas "educadas" ansían poder (otra cosa que también dijo Hobbes; el ser humano siente debilidad por el poder, lo necesita)  y esto hace que, cuando lo consigan, comiencen a saltarse estas normas y muestren la verdadera naturaleza de los seres humanos.

lunes, 3 de marzo de 2014

Cómo estar callada con tanto ruido a tu alrededor

Primeramente, he de decir que me escaqueé un poco al hacer el experimento. Se suponía que debía hacerlo el miércoles antes del puente, pero era casi viernes y había quedado con unos amigos para ir al cine, además de que no me sentía con ánimos aquel día.
Pues bien, sabía que a mí eso de no hablar no me iba a costar tanto, pero quizás dejar de lado el móvil (sí, ese horrendo aparatito que tan enganchados nos tiene) me iba a costar un poco más, así que decidí aprovechar que el viernes me iba a Tánger con mis padres y mis tíos, para dejar el móvil olvidado en casa y hacer el experimento, con el propósito de poder hacerlo mejor.
Al principio fue sencillo; nos levantamos a las seis de la mañana, y a esa hora ni el más charlatán tiene demasiadas ganas de hablar. Sorprendentemente, mi madre no se olvidó del experimento y no intentó que hablase, ni me chilló para que yo contestase con uno de mis famosos "Queeeeeeeee???", tan propio de adolescentes. 
El trayecto en coche fue más de lo mismo. El problema fue llegar a Tarifa, al barco, y encontrarnos con mis tíos. Mi madre explicó brevemente a la pequeña porción de familia allí reunida el motivo principal de mi mudez, cosa que pareció muy graciosa a todo el mundo y, como mi familia es tan sumamente encantadora, el objetivo principal del día consistió en hacerme hablar. 
No lo noté tanto en el trayecto en barco, porque me quedé dormida, pero al llegar a Tanger llegaron los problemas. Primero, en el hotel, quería decirle a mi padre que quería compartir cuarto con mi hermana, pero no podía decir nada. Gracias al cielo, mi hermana opinaba lo mismo y habló por mí.
Ir de visita por la ciudad fue sencillo, ya que a mi me gusta estar callada cuando observo cosas. De vez en cuando, mi tío trataba de sonsacarme alguna palabra haciendo preguntas fortuitas ("¿Qué hora es?", "¿Te gusta esto?", etc.). Al principio no caí, pero a lo largo del día acabé por contestar, accidentalmente, algunas de ellas.
Lo peor, creo yo, fue pedir en los restaurantes. Yo era la única de la familia que hablaba un francés medio decente, y como tenía que estar callada, se las tuvieron que arreglar chapurreando ciertas palabras (eso sí, fue muy gracioso). También tuve problemas porque, al ser un paías árabe, no tenía ni idea de lo que eran la mayoría de los platos, y no podía preguntar qué llevaban, así que me fiaba del gusto de mi hermana y me pedía lo mismo que ella (por suerte, no falló eligiendo).
En resumen, fue una experiencia extraña. no la calificaría ni como buena, ni como mala. En realidad, me lo pasé hasta bien siendo la mudita del grupo, pero no creo que pudiese volver a repetirlo; soy muy charlatana.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Realidad

¿Qué es el mundo
sino ficción?

¿Y la realidad
es una ilusión?

¿De qué estamos formados?
Vacío,
quarks,
neutrones,
protones,
electrones,
átomos,
moléculas,
macromoléculas,
orgánulos,
células,
sistemas,
aparatos,
tejidos,
órganos,
personas.

¿Ya está?
¿No hay más?

¿Es la vida un rompecabezas
formado por piezas encajadas?

¿Qué pasa con las ideas,
con el amor, con las guerras?

¿Con pasiones
de pensiones?

¿Con nuestros ideales,
por los que muchos mueren
y otros muchos nacen?
¿Somos sólo  reacciones?

¿Hemos salido ya de la caverna?
¿O estamos en el fondo de ella?

¿Notáis cadenas?
¿Veis ya las sombras?

¿O llevamos ya tiempo
respirando aire fresco?

¿Estamos acaso junto a la fogata
Cerca de esa figura de mentira?

Viendo sombras
o réplicas
o las cosas

¿Notamos las diferencias












domingo, 20 de octubre de 2013

Todos tenemos la responsabilidad de pensar

Esta entrada, la primera del nuevo curso, trata sobre unos vídeos titulados "Sócrates y la autoconfianza", en los cuales Alain De Botton habla sobre Sócrates y el por qué de su extraña manía de abordar a la gente mientras paseaba por el foro.
El narrador nos cuenta como las grandes masas tienden a seguir, y a hacer caso, a las personas importantes, es decir, políticos y gente con dinero, en general. Sócrates opinaba que esto se debe a que creemos, erróneamente, que este tipo de personas que parecen tan autoritarias y seguras de si mismas saben lo que hacen, saben hacia donde van, y por tanto, nosotros les seguimos como un rebaño tras su pastor. 
Sócrates abordaba a este tipo de personas, ricos griegos y guerreros, en el foro y les hacía preguntas sobre cómo y por qué estaban donde estaban y hacían lo que hacían. La mayoría de las veces recibía respuestas llenas de incoherencias. Un rico sabe explicar por qué es rico, un guerrero no sabe por qué lucha como lucha.
La segunda razón que nos puede llevar a seguir ciegamente a este tipo de individuos es que todos sabemos que, a veces, al estar furiosos, por ejemplo, podemos equivocarnos. Sócrates era un inconformista en este sentido, e iba creando confusión allí por donde pisaba. Su inconformismo tenía aliciente en la búsqueda de la verdad. Sócrates preguntaba a la gente por el sentido de la vida, preguntas que a menudo molestaban e irritaban a los atenienses, aunque a Sócrates estas molestias no parecían importarle. Al contrario, prefería parecer un loco a dejar que la gente  no se parara nunca a pensar. Su intención era que todos cuestionasen sus propias creencias, él creía que todos tenemos derecho a reflexionar sobre nuestras vidas e ideas y que todos teníamos capacidad para hacerlo. Por encima de todo, el propósito de Sócrates era que superásemos los prejuicios y la timidez, descubriendo nuestras verdaderas creencias y aprendiendo a justificarlas y defenderlas "con uñas y dientes". Con esto pretendía enseñar a creer en tu opinión por encima de creencias o ideologías dominantes, destacando así por encima de los demás.
Sócrates opinaba que era imposible crear buenas ideas sin pensarlas mucho, por lo que inventó un método para aprender a pensar. Este método consta de tres etapas:
-Primero hay que buscar una opinión considerada verdadera por la mayoría.
-Después hay que buscar incoherencias o contrapuntos a esta opinión, si encontramos una incoherencia a la opinión, entones es que esta ha de ser falsa.
-Por último, debemos buscar una nueva definición que se ajuste realmente a la opinión.
La verdad para Sócrates es aquella opinión que no se pueda contradecir.
Si seguimos el método, según Sócrates, seremos capaces de justificar mejor nuestra ideas, que serán más sólidas.
Gracias a esto, no tenemos que seguir a las masas, haciendo y pensando lo que los otros, si no que si pensamos distinto, sabemos como argumentarlo y defenderlo.
Para Sócrates, una vida sin reflexión no merece la pena vivirla. Para él, la reflexión y la filosofía no estaban limitadas a las universidades, si no que se podía filosofar en todas partes y que cualquier tipo de persona puede hacerlo. Nuestro problema, según él, es que escuchamos las opiniones de la gente importante y las aceptamos sin siquiera pensar si están bien o no.
Aunque Sócrates pensaba que cualquiera es capaz de reflexionar sobre sus ideas, sabía que la mayoría de la gente no lo hace, por lo que no todas las ideas deben ser escuchadas. No creía en la democracia, porque una idea no tiene por qué ser cierta solo porque la mayoría la defienda. Por encima de todo, la idea ha de ser lógica. Si no lo es, lo mismo da que la defienda la mayoría, porque es errónea.
Precisamente, nuestro filósofo murió por defender sus ideas por encima de las de la mayoría.
Todos podemos pasar de ser ovejas a ser filósofos.



jueves, 6 de junio de 2013

Sobre Rousseau y Hobbes

Hoy en clase hemos hablado sobre las ideas que tenían los célebres filósofos Hobbes y Rousseau sobre el estado de naturaleza y el Estado de Gobierno.
Para Hobbes, estado de naturaleza es sinónimo de caos, ya que para él, el ser humano necesita dominar a sus iguales, y ello desemboca en conflicto. Solo el tiempo y la creación de leyes y normas por parte de un monarca consiguieron que el ser humano fuese educado adecuadamente.
Sin embardo, Rousseau dice todo lo contrario. Según este autor, el estado de naturaleza era el estado perfecto, ya que, para él, los humanos somos seres gregarios que tienden a vivir en paz y armonía con la comunidad. Pero, poco a poco, se sucedieron unos cambios externos que nos obligaron a cambiar, y a causa de estos cambios surgió la propiedad privada, que fue el comienzo del fin. Gracias a Dios, esta "enfermedad" que contrajo la humanidad tenía cura, y esa cura pasaba por que el poder del estado estuviese en manos del pueblo. Todos los individuos cedían su libertad a favor del bien común.
Si tuviese que inclinarme por alguno de los dos autores, supongo que estaría de parte de Rousseau. Creo que el ser humano, en sus gregarios orígenes era bueno, y que fue la aparición de la llamada "sociedad" lo que nos volvió crueles. Más que la sociedad, fueron los valores que esta nos inculca. Valores como ciertas religiones, que convierten a los hombres en monstruos, el afán de conquista, que llevaron a las grandes naciones a conquistar territorios que hoy en día son llamados "tercer mundo" (por nuestra culpa). Valores como el machismo, que hace que en algunos países esté bien utilizar la violencia contra las mujeres, ese valor que está presente en nuestras cabezas y que dice que "quién más tenga, más feliz será", lo que provoca avaricia, envidia... Y una larga lista de etcéteras.
Aunque también Hobbes tiene algo de razón. Observemos a los niños, por ejemplo. Los niños son un claro ejemplo de crueldad, al no saber distinguir el bien del mal, hacen y dicen todo tipo de cosas, algunas crueles, como insultar a un amigo o incluso, maltratar a un animal. Puede que lo hagan inconscientemente, pero... ¿Acaso ese no es un claro signo de que los seres humanos nacemos con cierto punto de maldad?
Por eso creo que, en parte, debe haber un punto intermedio. Ni nacemos demonios ni santos. Creo que en toda persona existe un lado bueno y uno malo, y que la sociedad y el ambiente en el que vivimos no hace más que potenciar una de las dos partes. 
En cuanto a la aparición del estado... Creo, como Hobbes, que el estado se creó para inculcar una serie de leyes y normas con las que regir el país, porque si no, esto sería un descontrol. Puede ser que estas normas, en un principio inofensivas, hayan derivado en trampas para nosotros mismos, leyes que no podemos controlar y que, de algún modo, condicionan nuestra total libertad. 

No comparto, sin embargo, las ideas de Rousseau. Puede ser que, en un principio (hace mucho, mucho tiempo), el poder lo tuviese el pueblo, pero hoy en día el único poder que tenemos es el de botar y no siquiera eso es correcto de todo. Son los políticos los que tienen el poder, y el pueblo, por mucho que se manifieste y esté en desacuerdo con él, no puede echarlo de donde está.

martes, 7 de mayo de 2013

Pequeños placeres de la vida

Nuestras vidas están llenas de cosas malas y de cosas buenas. Cosas que nos dan placer y cosas que hacen que nos hundamos en la miseria y la depresión.
En esta entrada, voy a hablar sobre algunos los que considero los pequeños placeres del día a día.
Por ejemplo: ¿quién no se ha levantado temprano un día festivo y se ha deleitado pensando que no tiene que levantarse, que puede quedarse en la cama el tiempo que quiera? ¿Y quién no se ha dado una ducha con agua hirviendo tras pasar mucho frío y se ha sentido en el séptimo cielo? ¿Y tumbarse al sol a freírse como una lagartija cuando se tiene frío?
Otro de los mayores placeres de la vida es, sin duda, el chocolate ¿Quién no se ha metido una onza en la boca y ha dejado que se derritiese lentamente?
Que te den un abrazo cuanto te sientes mal, que una persona a la que has ayudado te diga que tu consejo le ha sido de gran utilidad, que te halaguen por algo, que sea tu cumpleaños, que te regalen algo, que te piropeen, que alguien te diga que le gusta tu pelo, o tu ropa, o como hueles, que tus profesores te feliciten por algo que has hecho, que tus padres te digan que se sienten orgullosos de ti, que tu pareja te diga que te quiere, conocer a alguien especial, tumbarse en la cama a leer un libro, escuchar tu canción favorita de repente,  llegar a tu casa y que tu madre haya preparado para comer uno de tus platos preferidos, ver a alguien a quien llevabas mucho tiempo sin ver, que te den una buena noticia, que falte a clase un profesor y puedas irte antes, ir al campo de excursión, pasear un día soleado, darte un capricho, estirarte después de dormir largo y tendido, viajar a lugares lejanos,que vuelvan a echar en televisión un programa que te gustaba mucho, descubrir un libro, serie o película que te encanta, reír...
¿Quién no ha bebido después de pasar mucha sed, o comido después de pasar hambre? ¿Nunca habéis tenido calor en verano y habéis girado la almohada para encontraros con la agradable sorpresa de que está fría? ¿Quién no se ha lanzado en plancha a su suave y mullida cama después de un día agotador? ¿Nunca habéis tenido calor en verano y os habéis dado un chapuzón en agua fría?
Uno de los pequeños placeres que solo entendemos las mujeres es, sin duda, el llegar a casa por la noche y desprendernos de los tacones (Y, ya que estamos, darnos un suave masaje en los pies con trombocid).
¿Y aquello de ducharse después de haber hecho deporte?
Los estudiantes coincidirán conmigo en que no hay mayor satisfacción que en llegar a un examen, que te entreguen la hoja y respirar tranquilo porque te lo sabes todo. O hacer un examen de una asignatura que te resulte muy difícil y sacar muy buena nota. O sacar mejor nota de la esperada en un examen que creías que te había salido mal. Aunque quizás, el mayor placer que experimenta un estudiante es cuando va a recoger las notas el último día, no le ha quedado ninguna y sabe que puede dedicarse a lo que le de la gana durante los siguientes tres meses ¿Hay mayor alegría que esa?



domingo, 24 de febrero de 2013

Paseo entre historias


Durante este capítulo, voy a contar mi experiencia tras estar vagando sin rumbo durante un tiempo por una librería.
He escogido esta experiencia porque una de las cosas con las que más disfruto, es leer, y si hay algo que me gusta es vagar por librerías, buscando aventuras nuevas por descubrir.
Como librería he escogido una de mis favoritas, que está en Cádiz, porque da la casualidad de que he estado allí este fin de semana.
Entro en la librería como si fuese mi casa. Al instante, me invade el olor a libro nuevo, a páginas recién impresas. Ese olor me encanta.
Me conozco la librería de memoria y mis pasos me llevan, casi sin quererlo, a la sección de novedades. Cojo alguno que otro, mientras ojeo las portadas que más me llaman la atención y los títulos que se me antojan más prometedores. Nada.
Me despego de esa esquina de la tienda y continúo mi lento avance. Mi instinto me guía solo, de nuevo, y me arrastra hasta la estantería de novelas fantásticas (género que me gusta bastante, he de decir). Sigo ojeando y me encuentro con algunas novelas, viejos amigos, a los que ya conozco, incluso aventuras que me sé de memoria ya. Algún que otro título me llama la atención, pero ninguno lo suficiente, así que me interno en el pasillo de clásicos para mirar algún que otro más antes de decidirme.
Una novela sobresale de entre un montón. Lo cojo. El título reza “Cuentos Macabros”, de Edgar Allan Poe. Es una edición nueva, con unas ilustraciones preciosas. Lástima que hace apenas un mes me compré una edición más antigua del mismo libro. Ojeo un poco más las preciosas ilustraciones y lo dejo de nuevo donde estaba. A saber cuánto tiempo más se llevará ahí, si es que no se queda para siempre atrapado en aquella estantería.
Subo unos pequeños escalones y voy a parar a la última sección de la librería: La sección juvenil. Hace tiempo que no compro ningún libro en esta sección, ya que todos me parecen lo mismo. Cuando algún autor saca algo medio decente que se transforma en best-seller (gracias a las hordas de adolescentes incultos que leen semejantes porquerías), enseguida aparecen miles más que aspiran a triunfar siendo una copia barata de los primeros, con diferente nombre pero lo mismo en esencia.
Los libros de esta sección los ojeo con mayos desgana. Como imaginaba, no hay ninguno que merezca la pena. Cuando estoy a punto de irme, veo de refilón una portada que me es familiar. Saco el libro de la estantería  y me encuentro con la continuación de un libro que me leí hace ya un tiempo. Me leo la sinopsis y sopeso la idea de llevármelo, pero al final, decido dejarlo en la estantería. Como ya he dicho, aquellos libros son todos iguales y sé que, si me lo compro, me aburriré y habré tirado el dinero para nada. Además, la primera parte no me gustó demasiado…


Me encamino hacia la salida, algo decepcionada por no haber encontrado nada. Mi madre me espera en la caja, con cuatro libros en la mano, pasando la vista de uno a otro, repasando las sinopsis y contando páginas (mi madre siempre dice que, cuanto más gordo un libro, mejor. Más tiempo se disfruta con él). Me pide que le ayude a decidir y entre las dos nos quedamos con  uno de una autora de misterio sueca bastante buena, cuyas otras novelas mi madre ya ha leído (Mejor comprarte algo que sabes que va a ser bueno). Luego, ella me pregunta que si he encontrado algo. Le digo que no y me alcanza un libro en cuya portada aparecen una mujer, unas maletas y un oso de peluche en una estación de tren. “La fabulosa historia de Henry N. Brown”, rezan las letras del título. Me leo la sinopsis y me gusta, porque parece una historia bonita y sencilla. Justo lo que necesitaba, porque a mí los libros me vienen y van por épocas. Así que pagamos las dos y salimos fuera, bastante contentas porque esa misma podríamos disfrutar de nuevas historias.