jueves, 8 de noviembre de 2012

La anatomía no es el destino

Este artículo trata sobre el libro "Vacas, guerras, cerdos y brujas", escrito por Marwin Harris. En esta entrada voy a comentar el tercer capítulo, titulado "El macho Salvaje".
En él, el autor nos habla sobre el por qué de el patriarcado en lugar del matriarcado. Los hombres no han sido siempre los dominantes por cuestiones fisiológicas, ni mucho menos. Ni tampoco porque las mujeres seamos más débiles, más pequeñas o más indefensas, puesto que una mujer fuerte puede serlo tanto como cualquier hombre. La diferencia reside en qué sexo controla la tecnología de defensa y agresión.
Si lo miramos desde cierto punto de vista, lo más lógico sería que fuésemos las mujeres las dominantes, ya que somos las encargadas de dar a luz y del cuidado y protección de los hijos. Es más, existe una teoría que dice que, antes de la actual sociedad patriarcal, existió una de origen matriarcal. Por supuesto, si esto llegó a suceder alguna vez, los hombres se encargaron de que aquello no proliferase.

Los hombres dominan a las mujeres y las acobardan con amenazas y violencia, esta es la única manera que tienen de gobernar. Pero las mujeres podrían detener esto rápidamente. ¿Por qué no lo han hecho? Cabe pensar que, ya que nosotras somos las encargadas de la crianza de los hijos, podríamos educarles para que fuesen mansos y obedientes, mientras que a las niñas se las educaría en el campo del mandato y la violencia.  La respuesta es bien sencilla: los hombres, aunque muchas lo creamos, no son estúpidos, y si viesen peligrar su mandato, responderían instantáneamente con violencia, que podría resultar mortal, en algunos casos.
El autor toma como claro ejemplo de una sociedad patriarcal cuyos miembros masculinos son verdaderamente violentos a una tribu del amazonas llamada los yanomamo.
Los yanomamo son, quizás, el más claro ejemplo de que el hombre somete a la mujer a base de violencia, ya que, en esta tribu, el hombre está en todo su derecho de agredir, mutilar o incluso matar a su mujer cuando esta no le satisfaga lo suficiente. Pos supuesto, a las mujeres yanomamas no les gusta ser agredidas, pero esperan que su marido lo haga y se resignan a ello. Incluso, llegan a creer que si su marido le maltrata, es porque le quiere.
Irónicamente, la mayor parte de las peleas que se producen entre yanomamos, son a causa de las mujeres, y es que entre las tribus yanomamas existe una gran diferencia entre el número de hombres y el de mujeres. Así, hay casi 120 hombres por cada 100 mujeres, sin contar que los hombres que ocupan puestos privilegiados pueden tener varias esposas. Lejos de remediarlos, los yanomamo lo empeoran: el primer hijo debe ser varón, si nace niña, la madre se limita a matarla o a abandonarla a su suerte en medio del espesor de la selva. Además, las madres y los padres hacen más caso a los hijos que a las hijas, ya que estas no son importantes porque no pueden luchar ni cazar.

Por esta razón, las tribus yanomamas viven en un continuo palafrén de engaños, traiciones y guerras entre sí. Lo primero que hacen los hombres yanomamos que ganan una guerra es prender a las mujeres de la otra tribu y se las reparten entre ellos. Cabe pensar que, si carecen de mujeres, lo más normal sería que criasen a más de ellas, pero las madres saben que los hombres, aparte de luchar y protegerlas, sirven para la caza.
Y aquí llegamos al por qué de tantos hombres en estas tribus: los yanomamo viven, principalmente, de los huertos de plátanos que tienen en sus aldeas, ya que, tras siglos y siglos de caza de animales salvajes, han acabado con casi todos ellos, y los hombres cada vez tienen que ir más lejos para conseguir carne. Por tanto, llegamos a la conclusión de que la lucha entre yanomamos no es tanto por mujeres, pero sí por proteínas.
En mi opinión, la mujer actual nada tiene que ver con nuestras antepasadas y cada vez está más cerca de conseguir la igualdad total entre ambos sexos, al menos, en el caso de la mujer moderna de los países desarrollados, aunque seguimos siendo víctima de abusos por parte de los varones, pero, en el caso de hoy en día, no es tanto maltrato físico, como psicológico. Tristemente, mujeres de países relativamente desarrollados sufren de insultos y agresiones por parte de sus maridos, siendo 60 el número de mujeres que murieron a manos de sus esposos el año pasado. Y esto solamente en España.
Me parece irónico que aún hoy, sean los hombres quienes gobiernen a sus esposas, cuando, biológicamente hablando, ellos son el sexo débil, al poseer solo una copia del cromosoma X (Las mujeres tenemos dos cromosomas X, y el hombre, uno X y uno Y), por tanto, y al solo tener una copia, son más propensos a que esta única copia que tienen les falle, dando lugar a enfermedades y males de todo tipo.
En mi caso, como soy mujer, defiendo la postura femenina y creo que, no solo la mujer es igual que el hombre en todos los aspectos, sino que es incluso más fuerte, ya que el género femenino ha tenido que soportar años de sumisión y violencia por parte del género contrario.




sábado, 3 de noviembre de 2012

“Y así ha confirmado por su propia voluntad la confesión arrancada bajo tortura”




Este artículo trata sobre el libro “Vacas, cerdos, Guerras y brujas” escrito por Marvin Harris.
El libro nos habla sobre los distintos estilos de vida existentes pero, sobre todo, se detiene a hablar de los estilos de vida realmente extraños e inexplicables. Yo he escogido el capítulo “Escobas y Aquelarres”, en el que se habla sobre el insólito fenómeno de la brujería.

Durante la Edad Media, se calcula que, aproximadamente,  500.000 personas murieron en la hoguera acusadas de brujería.
El sistema utilizado por la inquisición era bien sencillo: recibían un chivatazo de alguien que delataba a la (o el) bruja en cuestión, posteriormente la supuesta bruja era arrestada y torturada hasta que admitía que, en efecto, era bruja y  narraba a sus torturadores el nombre de otras brujas mas, para, finalmente, morir en la hoguera.
Por supuesto, podían evitarse el engorroso sufrimiento que supone la tortura y confesar directamente. Entonces, “solamente” eran quemadas, eso sí, con el detalle de las ahorcaban antes de ser devoradas por las llamas.
En el capítulo se narran, además, los tipos de tortura utilizados: que si potros, que si mutilaciones, que si clavos ardiendo…En fin, mejor  no entrar en detalles, prefiero que este resumen sea agradable de leer.
La cuestión es: ¿Existieron realmente las brujas, es decir, esas mujeres de sombreros picudos y verrugas en las ganchudas narices, que volaban en escobas y convertían a la gente en sapo?
Hombre, por supuesto que hoy en día sabemos que es imposible la existencia de tales seres, mas es posible que existiese gente en el pasado que tuviesen la firme creencia de que eran brujas. Pero está claro que debían de ser unos pocos dentro de los 500.000 culpados y ejecutados por brujería.

La Inquisición fue el principal culpable de estas muertes. Este organismo fue creado por la iglesia con el fin de acabar con los herejes, y en un principio, las brujas no eran consideradas tales. Por supuesto, ser bruja no estaba bien visto, y los vecinos se acusaban los unos a los otros (menuda novedad) de ser brujos o de practicar magia negra, pero, en un principio, para la iglesia estos trances no tenían la menor importancia. Entonces ¿Qué cambió para que, de repente, la iglesia se comenzara a interesar en ello? Sencillo; parece ser que aumentó el número de personas, supuestamente, practicantes de brujería y la Inquisición lo vio como una amenaza para la supervivencia de la Fe religiosa. Así comenzó la busca y captura de brujas.

En el capítulo, el autor también nos cuenta una posible explicación a aquello de las escobas y los aquelarres. Al parecer, las “brujas” se untaban un ungüento, compuesto por hierbas alucinógenas variadas, que hacía que la persona untada cayese en un sueño profundo de varias horas, y cuando despertaba del mismo, afirmaba haber viajado a lugares extraños y haber vivido experiencias fantásticas, tales como bailes frenéticos o experiencias sexuales con personas que les atraían, además de la extraña pero magnífica sensación de haber estado volando.
Y entonces ¿Para qué la escoba? La explicación que le dan es simple: nuestras supuestas brujas las utilizaban para llegar a ciertas zonas vaginales y para, al colocarse la escoba entre las piernas, tener la sensación de estar cabalgando.
Así pues, cuando arrestaban a una “verdadera” bruja y le pedían que delatase a otra bruja, lo más probable es que esta nombrase a las personas que vio en sus alucinaciones. Por tanto, llegamos a la conclusión de que, muchas de las 500.000 personas que murieron acusadas de brujería, murieron por el simple hecho de aparecer en las alucinaciones de otra persona.

Personalmente, escogí este capítulo porque me interesó bastante el título, y el contenido me ha gustado mucho más. Me ha parecido muy curioso el modo de pensar que tenían durante la Edad Media, aunque preferiría que se hubiesen saltado la parte de las torturas, que eran bastante desagradables. Pero, en general, me ha gustado bastante.